En la Plaza Mayor todos los balcones los ocupaban los distintos Consejos y autoridades, siendo su propia situación toda una radiografía del poder y las jerarquías del Siglo de Oro, colocándose bajo el blasón real y un dosel dorado el rey, y en los soportales, como podían, los grupos más bajos.
En cuanto a los toreros, estos no eran profesionales, sino nobles que, montados a caballo, actuaban como los rejoneadores modernos (aunque poco a poco fueron apareciendo otros a pie que se popularizarán en el XVIII). El espectáculo terminaba de una forma especialmente sangrienta, al desjarretar (cortar los tendenos de las patas) al animal antes de matarlo
Tomado de http://www.chvalcarcel.es/03%20Quevedo/Pagina%2071%20prosa%20festiva%204.htm
Su significado era múltiple. Para el pueblo un perfecto divertimento, para el monarca una forma de reforzar su poder y la ideas de jerarquía. Para los nobles, sus principales actores, una continuación de las ideas caballerescas en donde el noble debía mostrar su valentía y habilidades frente al animal, habitualmente todo ello relacionado con el amor cortesano (las famosas damas que acudían a la cita para ver a sus galanes, ofreciéndoles pañuelos y otras prendas como signo de su admiración)
Por cierto, ¿os habéis fijado en el grupo de soldados colocados bajo el balcón real?
Son lansquetes, una guardia de corps que, armados con picas, defendían al monarca, pues una vez sucedió que el toro llegó a entrar por el portal, subió la escalera y amenazó la vida de Felipe IV
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