miércoles, 29 de diciembre de 2010

LA SOCIEDAD DEL SIGLO DE ORO (3) EL CLERO


En el siglo XVIII el clero experimentó un gran crecimiento (duplicó su población). ¿Por qué?
Evidentemente la profunda religiosidad del momento influyó en ello, pero también existieron otras razones sociales. En la nobleza era habitual (ya desde la Edad Media) que los segundones fueran destinados a puestos del alto clero (obispos, abades…) y se llegaron a crear monasterios para un familiar (como las Descalzas Reales para las familia femenina del rey).
Por el contrario, en las clases bajas la entrada en la religión era una salida ante las duras condiciones de vida, asegurándose el sustento y la cama diaria.
Estas razones nos pueden explicar los escándalos y falta de religiosidad que se produjeron en el siglo, pues, como veis, no era solo la vocación religiosa la que mandaba.
Clausura. Santa Paula. Sevilla
En cuanto a su proyección social el clero mantuvo dos grandes poderes. Por una parte era dueño de grandes cantidades de tierra que explotaba por medio de jornaleros o arrendados, controlando incluso el espacio urbano, como ocurría en Madrid, una ciudad repleta de conventos por todos los sitios. A esto habría que añadir el dinero recibido por los diezmos (décima parte de la cosecha) y las limosnas y donaciones
Sin embargo su gran poder será el ideológico (aumentado desde el Concilio de Trento que intentó evitar cualquier tipo de desviación tras las reformas de Lutero o Calvino). Como detentadores del mensaje religioso serán uno de los grandes controladores de las conciencias, desde los confesores (especialmente jesuitas en las clases elevadas), veedores (aquellos que revisaban el mensaje de los cuadros para que fuera correcto), profesores en escuelas y universidades o predicadores, a la famosa Inquisición o las múltiples manifestaciones públicas (procesiones, via crucis…)

San Ignacio de Loyola, creador de los jesuitas, uno de los grandes poderes ideológicos del momento
En el aspecto positivo, la iglesia tuvo un importante papel social, creando organizaciones dedicadas a la sanidad (hospitales como el de Antezana o el de la Misericordia en Sevilla), escuelas de primeras letras, repartos de alimentos (como la famosa ronda del pan y el huevo madrileña), hermandades para enterrar a los menesterosos…

Miguel de Mañara, creador de la Cofradía de la Santa Caridad en Sevilla, perfecta idea de lo que contamos pues entre sus fines se encontraba enterrar a los pobres desamparados fallecidos: trasladar a los hospitales a los pobres enfermos en sillas de mano; sustentar a los menesterosos en las riadas ocasionadas por el Guadalquivir; dar limosnas a los conventos pobres, hospitales, niños expósitos y presos de la cárcel; dádivas de ropas y dineros a los más necesitados, etc.
Era tal la importancia de lo religioso en esta sociedad que aparecieron las famosas órdenes terceras (como la de los franciscanos, la más conocida) que permitían a seglares participar en ciertas fórmulas monásticas sin tener que ingresar en un monasterio y seguir viviendo la vida del siglo.

Hospital de la Orden Tercera en Madrid, que aún sigue con sus funciones sanitarias
De la misma manera, las tradicionales asociaciones por oficios o gremios (las cofradías) tuvieron un papel fundamental en la organización religiosa del pueblo llano en torno a ciertas imágenes que completaba la acción social anteriormente citada.

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