Aquella
noche, las horas me recorrían, insomnes manecillas. Yo sólo quería olvidarme.
Así acostado, no sufría otra carencia que no fuera, tal vez, la muerte. No
aquélla, arrebatadora y definitiva. La otra: la muerte-estación, invierno
subvertido por guerrilleras floraciones
Maravilloso libro de cuentos en donde Mia Couto destila lo mejor de su literatura a través de inverosímiles historias de seres incompletos, castigados por la vida, el
destino, la guerra.
Seres de una absoluta soledad que vagan por el mundo en
forma de pistas que solo encuentran semiborradas, con el otro mundo tan
cerca de este que es fácil que ambos se confundan.
Al final: los muertos, los vivientes y los seres que aún
esperan nacer forman un tejido único. La frontera entre sus territorios se
torna frágil, movediza. En los sueños todos nos encontramos en un mismo
recinto, allí donde el tiempo se reduce a omniausencia. Nuestros sueños no son
más que visitas a esas otras vidas, pasadas o futuras, diálogo con nasciturus y
fallecidos, en la irrazonable lengua que nos es común.
Y es que. como reza el titulo, cada hombre es una raza
entera y necesitaríamos múltiples vidas para empezar a conocernos en toda su profundidad y tragedia.
Un provocador de guerras civiles, un pescador que uso sus ojos de
cebo, una enamorada de una estatua que terminó por ser un delito político, un
vendedor de pájaros y su baboac mágico, una mujer despechada que se venga en el
cadáver de su difunto marido... son una pequeña parte de este mundo fascinante y fascinado en donde magia y realidad se confunden enhebrado en un lenguaje de encantamiento en donde las palabras nacen y son relucientes, como las piedras del río de Macondo
Hubo tiempos en los que llegaba gente de muy lejos. El mundo
está lleno de países, la mayor parte de ellos extranjeros. Ya llenaron los
cielos de banderas, ni yo me explico cómo pueden circular los ángeles sin
chocar con los lienzos.
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