Clasificación
Se trata de comentar un mapa
de España en el cual aparecen las provincias en las cuales triunfó la
sublevación militar del 18 de julio de 1936, y aquellas que se mantuvieron
fieles a la República. Por tanto, podemos considerar dicho mapa como de tipo
militar.
No aparece la fuente, escala
ni el autor, pudiendo suponer que ha sido realizado por los propios autores del
texto.
La finalidad del mapa es
puramente didáctica, sin ningún tipo de implicación ideológica (al menos
explícita)
No aparece la fecha de
elaboración pero sí la que realmente nos interesa: la situación militar de
julio de 1936.
Análisis.
En color azul aparecen
las zonas en las que triunfó la sublevación militar del 18 de julio de 1936,
en concreto, aquellas en donde la derecha era más fuerte, especialmente entre
los círculos de pequeños y medianos propietarios agrarios (Castilla-León,
Galicia o Navarra), o reaccionó más rápidamente con el apoyo de ciertos sectores
(Aragón, Oviedo, Sevilla, Granada,) o, simplemente, contó con una
fuerte presencia del ejército, con mandos adictos al pronunciamiento (los dos
archipiélagos controlados por Franco y Goded, Canarias y Baleares,
respectivamente).
En color naranja aparecen
las zonas fieles al gobierno de la República, destacando las principales ciudades
(Madrid, Barcelona y San Sebastián), así como gran parte de Andalucía,
Extremadura, Levante, Cataluña, occidente de Aragón y cornisa Cantábrica, allí
donde obreros, jornaleros y nacionalistas controlarán la insurrección.
Comentario.
La Segunda República
Española (proclamada el 14 de abril de 1931), fue recibida con júbilo por las
capas populares, pero con recelo y preocupación por los grupos conservadores,
partidos monárquicos, Iglesia y un importante sector del ejército. De esta
manera, las conspiraciones para derrocarla comenzaron casi desde el mismo
momento de su proclamación, tal y como demuestra la intentona frustrada de
Sanjurjo el 10 de agosto de 1932.
A partir de 1933 se
comienza a desarrollar una vasta conspiración en la que participaron
militares, falangistas (dirigidos por José Antonio desde la cárcel), carlistas
(denominados tradicionalistas) y alfonsinos, acelerándose tras el triunfo del
Frente Popular en febrero de 1936, produciéndose definitivamente tras el
asesinato de Calvo Sotelo (líder de la derecha más radicalizada) en día 13 de
julio.
El artífice de la
conspiración es el general Sanjurjo, exiliado en Portugal tras su
amnistía por parte del gobierno conservador, y el denominado “director”, Emilio
Mola, destinado en Navarra por el gobierno del Frente Popular. También
formaban parte de la conspiración los generales Francisco Franco
(Canarias), Goded (Baleares), Cabanellas (Zaragoza) y Queipo de Llano
en Sevilla, ciudad que servirá, junto a Cádiz, como cabeza de puente para
trasladar las tropas de la Legión y los Tabores de Regulares desde el Norte de
África, allí donde se había iniciado (Melilla) la sublevación el 17 de julio.
El fracaso inicial en las
principales ciudades (Madrid y Barcelona en especial) y en los núcleos industriales del
norte hay que achacarlo a la reacción de las organizaciones sindicales, de la
izquierda y los nacionalismos vascos y catalán, así como a la fidelidad al
gobierno (en parte gracias a las reformas de que Azaña había realizado en 1931)
de gran parte del ejército, Guardia Civil, Guarda de Asalto, Armada y Aviación,
mientras que en las zonas rurales del
sur fue importante el papel de los jornaleros.
Tal situación, además de
demostrar la escasa preparación y organización del golpe militar,
provocó la conversión del movimiento golpista en una guerra civil que duró casi
tres años, pues aunque la zona arrebatada al gobierno republicano era bastante
inferior a las previsiones de los conspiradores, no era tan insignificante como
para hacerles abandonar sus planes.
De esta manera, la República
contará con 14 millones de habitantes, las reservas del Banco de España
(depositadas en Madrid y que se convertirán en el famoso “oro de Moscú”) la
siderometarlurgia vasca, asturiana y de Sagunto, las industrias catalanas, la
rica agricultura mediterránea, el plomo de Linares y el mercurio de Almadén.
Por su contra, los
rebeldes (autodenominados nacionales) disponían de 11 millones de
habitantes, las regiones cerealistas castellanas, además del ejército de África
(el más preparado para el combate), y sobre todo, la ayuda de los regímenes
fascistas italiano y alemán. Gracias a su ayuda y a la mayor organización que
presentará todo su territorio (es clara la diferencia entre la concentración de
poder de Franco como Generalísimo frente a las constantes luchas internas entre
las distintas fuerzas republicanas, aspecto que se puede trasladar a las
propias unidades militares) conseguirán la victoria en el año 1939.