Teodorico el grande fue, después de Atila y Alarico, el gran líder de los bárbaros.
Debemos inscribirle en la segunda oleada de las invasiones bárbaras, cuando Atila ya era un lejano recuerdo, y el imperio Occidental ya había nominalmente eliminado con la destitución de Rómulo Augústulo (el último emperador) por parte de Odoacro, convirtiéndose Bizancio en el heredero del Imperio (aunque cada vez más helenizado)
Su aventura comenzará en las llanuras del Danubio en donde estaba asentado su pueblo, controlado por su padre Teodomiro.
Como era habitual, el joven Teodorico fue invitado (en realidad era un verdadero rehén) a educarse en Constantinopla. Una maniobra que se repetía con muchos de los herederos bárbaros como una manera de asimilarlos a la cultura bizantina, desactivando muchos de sus futuros peligros.
Esto le convertirá en un hombre (y líder) con dos corazones, el que seguía las costumbres e ideologías godas (entre elles, la religión arriana o su justificación guerrera) y el que era bizantino (hablando y leyendo perfectamente el griego, conociendo el protocolo imperial en todas sus dobleces y, a la postre, en el sentimiento de continuidad histórica desde lo romano).
Una división interna que, durante gran parte de su vida, le desgarró, obligándole a nadar entre dos aguas, siempre más rodeado de enemigos que de amigos.
Muerto su padre, Teodorico fue nombrado rey de los ostrogodos, dirigiéndose desde los Cárpatos hacia el interior de los Balcanes.
Esto era todo un desafío al basileus bizantino (Zenón), una apuesta arriesgada que culminó con el control de los pueblos bárbaros de la zona.
Desde aquí su amenaza hacia Constantinopla era evidente, aunque también era claro que nunca podría conquistar la ciudad por sus propios medios (el ejército bárbaro luchaba con éxito en campo abierto pero era incapaz, por formación e ideología, de mantener un asedio).
Por su parte, Zenón sabía de la necesidad de contar con el apoyo militar de Teodorico y evitar cualquier enfrentamiento con él que pudiera agitar el avispero godo de occidente (el peligro de su alma bárbara)
Por último, el propio pueblo ostrogodo mantenía una cierta prevención hacia Teodorico, excesivamente helenizado (el miedo a su alma bizantina) y anhelaba una tierra lo suficientemente rica para convertirla en su hogar, acabando con sus penurias materiales.
Del complejo conflicto, Teodorico salió vencedor, siendo nombrado patricio y magistri militium por el emperador, que le concedió el territorio itálico como zona de asentamiento.
Teodorico puso de nuevo en camino a su pueblo cruzando Iliria y los Alpes (en realidad, casi repitiendo los pasos de Alarico) para enfrentarse con Odoacro al que eliminó tras varias batallas campales y una matanza en su palacio verdaderamente estremecedora.
Se convertiría así en rey de los godos de Italia, designando Rávena como su capital.
Comenzaba así su Pax en la que Italia volvió a florecer gracias a la vigilancia de caminos que potenció el comercio y el fin de las guerras civiles la agricultura.
Se ocupó también de renovar los alcantarillados, acueductos y basílicas de la antigua Roma mientras engrandecía su capital, Rávena con las reformas del Palacio Imperial, construcción de iglesias (San Apolinar el Nuevo y San Apolinar in Classe) o la erección de su mausoleo
Si la primera parte de su vida había sido especialmente bélica (bárbara), este periodo fue especialmente político (helénico) practicando una política conciliatoria entre godos y romanos (que mantuvieron sus respectivas formas de poder, sin permitírseles mezclarse, al prohibir los matrimonios) o creando unas estructuras burocráticas en donde colaboraron personas de la talla como Boecio.
Territorios ostrogodos e influencia política
Su poder (basado en gran parte en una filiación personal) se extendió por todo el occidente, añadiendo a sus propios territorios (Balcanes, Iliria e Italia) la tutela de los visigodos (al ser su rey, Amalarico, un niño que a la vez era su nieto) y un control indirecto de vándalos y burgundios.
Tan sólo los francos de Clodoveo (que expulsaron de las Galias a los visigodos) se opusieron frontalmente a Teodorico, que se limitó exclusivamente a resguardar los territorios provenzales visigodos, evitando entrar en conflicto directo con Clodoveo.
Sin embargo, la conversión de éste al catolicismo comenzó a insinuar el último y gran conflicto que tendría que enfrentar Teodorico.
La llegada de Justino (y su sobrino Justiniano) al poder de Constantinopla inició un cambio de política contra los pueblos bárbaros del imperio, utilizando el tema religioso (el arrianismo) como arma de ataque.
En vida de Teodorico, utilizó senadores romanos (y al propio Boecio) para organizar una trama conspiratoria que fue descubierta in extremis, lo que condujo al ostrogodo a un contraataque brutal, condenando a uerte al propio Papa y comenzando fuertes persecuciones contra los católicos que solo cesaron con su muerte