UN BUEN VÍDEO PARA EMPEZAR Y PARAR PENSAR EN LA GUERRA, LAS REDES SOCIALES, ...
HISTORIA DE UCRANIA 1. EL RUS
HISTORIA DE UCRANIA 2. DE LOS COSACOS HASTA LA INDEPENDENCIA
LA DIPLOMACIA Y LAS NEGOCIACIONES DE PAZ. SUS POSIBILIDADES
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UN BUEN VÍDEO PARA EMPEZAR Y PARAR PENSAR EN LA GUERRA, LAS REDES SOCIALES, ...
HISTORIA DE UCRANIA 1. EL RUS
HISTORIA DE UCRANIA 2. DE LOS COSACOS HASTA LA INDEPENDENCIA
LA DIPLOMACIA Y LAS NEGOCIACIONES DE PAZ. SUS POSIBILIDADES
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La extraordinaria y divertida meteorología del medio oeste y los jugadores de tenis amateur, la televisión y sus falsos voyerismos, la posmodernidad de la autorreferencialidad irónica, el apoteósico retrato del Medio Oeste a través de una feria ganadera (posiblemente lo más brillante y divertido de todo el libro), una larga apología de David Lynch o el submundo de los cruceros de lujo son los temas que desarrolla Foster en esta colección de reportajes que, más allá de la anécdota, investigan en algunas de las fisuras de la sociedad estadounidense.
Con una escritura ágil, destaca especialmente su sutil (pero corrosivo) sentido del humor que desde la propia subjetividad rompe valores tradicionales al analizarlo bajo la lupa de la ironía.
A mi personalmente, me gusta más esta faceta del autor que la de su propia narrativa de ficción.
Porque si una lleva una falda o un escote de un tiempo a esta parte lo lleva para sí misma o en nombre del empoderamiento, una de dos, y que no me mire nadie porque machete al machote y madre mía qué fuerte e independiente con mi falda, que era a lo que me reducían antes, a ser dos piernas y poca tela y me quejaba y con razón y ahora como por arte de magia resulta que eso es signo de empoderamiento, pero no puede mirarlo nadie. Nos hemos encerrado tanto en nosotros mismos, nos hemos individuado tanto y hemos hecho tantos esfuerzos por acabar con lo de las dinámicas de poder —y, nos guste o no, la belleza siempre ha implicado y siempre implicará poder— que hemos terminado creyendo que no provocamos ningún efecto, ninguna reacción en el otro y que lo contrario sería inaceptable, aunque las mujeres nos lo hemos creído a medias, como todas las mentiras que nos contamos a nosotras mismas.
(...)
Por eso rara vez nos ponemos escote y los labios rojos para estar solas en casa, de la misma forma que el pavo real no desplegaría su cola si no hubiera una pava a la vista, porque gilipollas no es y por lo del ahorro energético, y negar que un escote bonito es enseñado de cuando en cuando para ser visto, solo cuando quiere ser visto, cuando quiere ser mirado, además de ridículo niega parte de nuestro poder como mujeres, un poder que no se reduce a lo bello y a lo sexual pero del que lo bello y lo sexual forman parte y no pasa nada y por eso toda mujer ama a un fascista: porque todo el que mira nuestros escotes lo es, a no ser que sea un trapero en un videoclip, entonces es un trapero al uso, entonces se le permite. Y porque mal que bien y según el nuevo canon, nuestros abuelos lo fueron y nuestros padres lo son. No solo porque se les fueran los ojos con las mujeres bonitas que cruzaban los pasos de cebra cuando pensaban, inocentes, que no nos dábamos cuenta.
Acaso ¡el más experimental del autor!; con eso queda casi todo dicho.
Como siempre, el sur; como siempre la caída, lenta pero inexorable, de una familia de rancio abolengo que termina su estirpe (de nuevo allí estarán los futuros cien años de soledad) en un retrasado mental y una adolescente que se termina fugando con un feriante.«Las actrices no suelen tener cerebro. Los pintores suelen llevar barba. Imagínense a una actriz con cerebro, que pinta y además es rubia».
Ali Smith. (Cuarteto Estacional 01) Otoño
Un libro impar, tan extraño como envolvente, que se encuentra a mitad de camino entre la poesía y la narrativa, tan bello como atroz.
Cada capítulo es una voz, la de los habitantes del pueblo pero también la de los corzos, las setas, los espíritus, las perras , las placas tectónicas, las brujas o las propias gotas de lluviaLos cristianos eran emigrantes de corazón, desraizados ideológicamente, separados de su entorno por una creencia que sabían compartida con pequeños grupos a lo largo de todo el Imperio. En una época en la que tantísimas barreras locales se iban oscura y dolorosamente erosionando, los cristianos se habían adelantado llamándose a sí mismos «una no nación». La Iglesia se declaraba también, expresamente, igualitaria. Un grupo, en el cual no había «ni esclavos ni libres», podía afrentar a un aristócrata llamándolo utópico o subversivo. Además, en una época en la que las barreras que separaban a los prósperos libertos de los senadores desclasados eran cada vez más irreales, un grupo religioso podía dar el paso final de ignorarlas. En Roma, la comunidad cristiana de comienzos del siglo III era un lugar en el que precisamente tales anomalías se congregaban y toleraban: la Iglesia incluía en su seno a un poderoso liberto, chambelán del emperador; su obispo había sido un antiguo esclavo de ese liberto; estaba protegida por la amante del emperador y patrocinada por nobles señoras.(...)
La comunidad cristiana comenzó de repente a ejercer notable atracción sobre los hombres que se sentían abandonados. En un período de inflación los cristianos invirtieron grandes sumas de dinero contante y sonante en el pueblo; en una época de una brutalidad siempre en aumento, el valor de los mártires cristianos era impresionante; durante las emergencias públicas, tales como revoluciones y epidemias, la clerecía cristiana se mostraba como el único grupo unido en la ciudad capaz de preocuparse del sepelio de los muertos y de organizar distribuciones de alimentos. (...)
La atracción del cristianismo seguía fundamentándose en su radical sentido comunitario; absorbía a la gente porque el individuo podía evadirse de un mundo tremendamente impersonal para ingresar en una comunidad en miniatura, cuyas exigencias y relaciones eran explícitas.(...)
Formulado brevemente, estos personajes creían que en Platón y en la disciplina intelectual de las universidades griegas habían encontrado un sistema de acallar tensiones, de mantener bien sujetos ambos extremos de una cuerda, mientras que los pensadores más radicales y los movimientos más revolucionarios de su alrededor habían permitido de algún modo que se rompiera esa cuerda. Ellos insistían, por el contrario, en la posibilidad de aprehender, por medio de la contemplación racional, la conexión íntima entre cualquier nivel del mundo visible y su fuente en el Dios único. Para ellos era posible «tocar» por medio del pensamiento el centro nuclear de todo, percibido a través de la belleza no plenamente expandida de las cosas visibles. Utilizando una imagen simple, consideraban al mundo y a su relación con Dios como un yoyó que se enrolla rápidamente arriba y abajo en torno a un hilo. Para ellos, los gnósticos habían cortado este hilo, pues el gnosticismo había afirmado que no existía ninguna conexión entre el universo y el Dios bueno, entre el interior del hombre y su exterior, entre su cuerpo y su alma. Los cristianos, por el contrario, no habían permitido que el yoyó desplegara todas sus potencialidades: habían limitado su atención al Dios único; el fulgor del crudo monoteísmo de los cristianos había eliminado las polícromas articulaciones de los dioses visibles e invisibles, por medio de los cuales era necesario que la belleza del Único llegara hasta los ojos de los mortales. Mantener viva la conexión entre lo visible y lo invisible, entre el inefable mundo interior y su articulación expresiva en el universo exterior, sostener que era posible para las cosas naturales cargarse de significado por medio del alma, tales fueron los servicios que Plotino rindió a sus contemporáneos y sucesores. Ciertos cristianos, cuyo pensamiento dominó en la Edad Media —san Agustín en Occidente y el desconocido autor de las Jerarquías celestes (conocido más tarde como el Pseudo-Dionisio) que escribió hacia el año 500 en Oriente— fueron igualmente deudores del apasionado equilibrio mantenido por Plotino. Para un platónico, la relación entre cuerpo y alma era un microcosmos que reflejaba el controvertido problema de la conexión entre Dios y el universo. La respuesta de Plotino a esta cuestión era característica. Poseer un cuerpo, había decidido, no era más pecado para el hombre que proyectar una sombra. El cuerpo, ciertamente, era un hermoso instrumento por medio del cual el alma intentaba expresarse; un hombre debe cuidar y entrenar su cuerpo, al igual que un músico ha de mantener bien afinada su lira. Este era un ideal tenso y muy sentido, pero absolutamente contrario a la ascética. Podemos comprender lo que quiere decir Plotino si contemplamos el arte sobre el que ejercía su mecenazgo la generación que escuchaba sus clases: no es «ultramundano», sino «intramundano». Lejos de abandonar la gracia y la individualidad del cuerpo, los retratos del Bajo Imperio concentran esta corporalidad en torno a los accesos a través de los cuales podemos pasar directamente desde el cuerpo a la mente humana. El énfasis se sitúa en los ojos. Estos relampaguean hacia nosotros revelándonos una vida interior oculta en una nube cargada de carne. La Antigüedad tardía es la época de los retratos abrumadores.(...)
El mundo de la Antigüedad Tardía (Brown_ Peter)
Sabía de lo que hablaba: bastó cambiar el nombre de un amigo al convertirlo en personaje secundario de un relato para que Sebastián, durante varias semanas, se acordara de su amigo por su nombre ficticio, y hasta llegara a llamarle así la primera vez que volvieron a verse.
Alabanza (Alberto Olmos)