Distopía antecesora del Mundo feliz y 1984.
Los nombres han sido sustituidos por números y letras, el pelo y las nubes han desaparecido, las maquinas son la solución y la belleza de esta sociedad tecnificada en donde el yo se ha convertido en nosotros y la felicidad en una obligación, la de cumplir las normas del benefactor, pues el sabe lo que interesa.
Todo se cuantifica y se organiza y los tiempos están claramente definidos: para trabajar, comer, pasear o el acto sexual, pues en eso se ha convertido la libertad. Una libertad social que pasa por el control del individuo.
La ciencia, un tipo determinado de ciencia, se ha impuesto y todo se organiza según sus criterios de máxima eficiencia. La razón se ha impuesto definitivamente a los sentimientos y la lógica
Una crítica brutal al socialismo real soviético, su ingeniería social en favor de grandes consignas que olvidan a las personas (la novela no fue publicada en la URSS hasta los años 80 pese a escribirse en 1920), pero también una anticipación de nuestra época en donde el algoritmo ha conseguido esta unificación (aunque personalizada en su superficie).
