Al caer la tarde, les llegaba la advertencia no siempre
confirmada, de que iba a volverles la memoria. Esta hora de la tarde, que para
los creyentes es la hora del examen de conciencia, es dura para el prisionero o
el exiliado que no tiene que examinar más que el vacío. Quedaban un momento
suspendidos de ella, después volvían a la atonía y se encerraban en la peste.
LA PESTE (Albert Camus)