Situada en una cuenca interior de clima mediterráneo y regada por los ríos Francolí y Anguera, la primitiva Montblanc ya se vio favorecida por la liberalidad de Ramón Berenguer que les exime de tasas.
Plaza Mayor
Más tarde, y tras su traslado ante las continuas inundaciones, Alfonso I otorgó nueva carta de población (fuero) en 1163, con posibilidad de realizar mercado y, más tarde, feria de ganado.
Todo esto, unido a su cercanía con el Mediterráneo, siendo un punto central en el camino de Tarragona a Lérida, Montblanc se convierte en un centro industrial y comercial que generó una potente burguesía e, incluso, judería, que le convierte en veguería, fundándose escribanías y estudio mayor.
Este crecimiento se plasmó en una gran actividad constructora, tanto civil como eclesiástica, entre las que destacan sus magníficas y bien conservadas murallas.
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Aquí ya hablamos de su espectacular iglesia: Santa María Mayor
El crecimiento de la ciudad fue truncado en el siglo XIV por la unión de malas cosechas, epidemias (la famosa Peste Negra) y guerras civiles