Son artefactos en los que se mezcla la poesía más sublime con el pesimismo más terrestre (precisamente el del muñeco de la puerta del WC que le habla sin parar al protagonista, contándole las verdades del barquero)
Lugares para hablar (casi siempre) de amor, o de desamor, que en el fondo es lo mismo cambiando los tiempos, hablando de pasado lo que antes era puro y deleitoso presente, y de presente lo que se entendía (bajo los nubarrones de los malos presagios) como terrible futuro.
Desde una Menorca que ha pasado del verano al otoño, el protagonista intenta explicar la pérdida del amor como algo que se iba produciendo desde sus propios inicios (el punto siete del Tratactus). Un puro estudio de los mecanismos de la fatalidad que envuelven a la sensación (sólo eso) de felicidad
No es algo convencional y el lector debe leerlo más como poesía, dejándose deslumbrar por algunos de sus maravillosos hallazgos pues
Es una peculiar historia de un desamor entre lo surrealista y lo poético, con un lenguaje como arrancado de los árboles en finas tiras (Ciprián Redondo)