Helena es una superviviente a su propio pasado, de la muerte de sus padres, la perdida de sus amigos, pero sobre todo de su amor adolescente con un profesor del instituto.
Ahora vive con una pareja que no funciona, tiene treinta años, escribe de temas gastronómicos como si en verdad estuviera contando otra cosa y el pasado le llama a su puerta por medio de un mensaje en redes sociales.
Esteban, su profesor amante, ha muerto de cáncer.
Vuelve entonces a Alcalá de Henares para encontrarse con fragmentos de su vida que nos permite a los lectores ir conociendo esa Helena tan sensorial, con su adicción al alcohol o a los banquetes de carne cruda, su sexualidad extraña, su extraño nudo en la melena o su amistades adolescentes
A partir de entonces tendrá que buscar en sí misma todas las preguntas que hace años que no quiere responder. Tendrá que llorarse, comer y guardarse en una Alcalá inhóspita en la que irá reconstruyendo el puzle de su vida (iniciando ese proceso en la propia casa de su profesor, invitada por su viuda)
La obra es dura, a menudo terrible, en parte porque nos cuenta que nosotros también tenemos muchos duelos sin concluir en nuestro interior, balas que no nos mataron pero nos hirieron y nos han hecho como somos, con todos nuestros complejos, angustias y mil otras paranoias en las que pretendemos buscar refugio
¿Seremos tan valientes como Helena para enfrentarnos con ellas?
Escrito de forma muy sugerente nos atrapa en el cuerpo de Helena muy pronto y no nos dejará hasta el final, tan poéticamente perverso.
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