Como un Caravaggio actual, tan brutal como exquisitamente bella. Una belleza en medio de las miserias de la droga y sus violencias.
El libro que inició la andadura literaria de Mariana Enríquez resulta poderoso (pero a la vez tierno, maravillosamente suave, aunque parezca imposible en donde se enfrentan la belleza y el horror, ambos en sus puros extremos).
En realidad es una hermosa (pero terrible) historia de amor entre dos ángeles caídos (cada uno en su propio pozo): Facundo y Narval.
Entre ellos se entrelazan los temas (la droga, la homosexualidad, la prostitución, los otros amores y relaciones, los pasados inconfesables...) que nos pasean por un mundo confuso que tienen que reconstruir en torno suyo cada día (y, al menos yo tuve esa sensación, desaparece por completo cuando ellos lo abandonan).
Es una novela de puro presente, de acciones y conversaciones esenciales en donde la vida y la muerte constantemente se encuentran y combaten, pues apenas si quedan esperanzas y sólo una voluntad de acero (y algo parecido al amor) les permite seguir sobreviviendo.
