martes, 27 de agosto de 2019

PESSOA (Álvaro de Campos). POEMAS FUTURISTAS (1)


De los múltiples heterónimos de Pessoa, Álvaro de Campos fue el poeta más rompendor y vanguardista (él lo quiso imaginar ingeniero y profundamente britanizado), aunque también tendrá una personal decadentista y opiácea.
Sus poemas más espectaculares fueron aquellos de raíz futurista en donde hizo una loa de la máquina y la ciudad mecánica que superan, con mucho, los ejemplos italianos (son muy evidentes sus influencias de Walt Whitman y Marinetti ).
Este es el famoso comienzo de su Oda Triunfal (lo podéis ver entero aquí)

A la dolorosa luz de las grandes lámparas eléctricas de la fábrica

Tengo fiebre y escribo.

Escribo rechinando los dientes, fiera para esta belleza,

Esta belleza totalmente desconocida por los antiguos.

¡Oh ruedas, oh engranajes, r-r-r-r-r-r eterno!

¡Fuerte espasmo retenido de los mecanismos en furia!

En furia fuera y dentro de mí,

Por todos mis nervios disecados,

¡Por todas las papilas fuera de todo lo que siento!

Tengo los labios secos, oh grandes ruidos modernos,

De oírlos demasiado cerca,

Y me arde la cabeza de quererles cantar con un exceso

De expresión de todas mis sensaciones,

¡Con un exceso contemporáneo de ustedes, oh máquinas!

En fiebre y mirando los motores como una Naturaleza tropical

-Grandes trópicos humanos de fierro y fuego y fuerza-

Canto, y canto el presente, y también el pasado y el futuro,

Porque el presente es todo el pasado y todo el futuro

Y hay Platón y Virgilio dentro de las máquinas y de las luces eléctricas


Todo el poema está lleno de referencias a la máquina y el movimiento, al ruido, la luz eléctrica. 
De hecho, el propio escritor quiere conventirse, sentirse como una de ellas


¡Ah, poder expresarme todo como se expresa un motor!

¡Ser completo como una máquina!

¡Poder ir por la vida triunfante como un automóvil último modelo!

¡Poder al menos penetrarme físicamente de todo esto,

Rasgarme todo, abrirme completamente, volverme poroso

A todos los perfumes de aceites y calores y carbones

De esta flora estupenda, negra, artificial e insaciable!

¡Fraternidad con todas las dinámicas!

¡Promiscua furia de ser parte-agente

Del rodar férreo y cosmopolita

De los trenes poderosos,

De la faena transportadora-de-cargas de los navíos,

Del giro lúbrico y lento de las grúas,

Del tumulto disciplinado de las fábricas,

Y del cuasi-silencio siseante y monótono de las correas de transmisión!


Sin embargo, el poema progresivamente comienza a girar y pronto pasará de la máquina a la sociedad y sus clases sociales entendidas como engranajes y, posteriormente al sistema económico y ético que de todo esto se deriva loado con una brutalidad tan diera que termina por ser la más despiadada crítica, como el cuadro Metrópolis de Grosz que abre el artículo.

¡La maravillosa belleza de las corrupciones políticas,

Deliciosos escándalos financieros y diplomáticos,

Agresiones políticas en las calles,

Y de vez en cuando el cometa de un regicidio

Que ilumina de Prodigio y Fanfarria los cielos

Usuales y Lúcidos de la Civilización cotidiana!

¡Noticias desmentidas de los periódicos,

Artículos políticos insinceramente sinceros,

Noticias passez à-la-caisse, grandes crímenes-

A dos columnas, pase a la segunda página!

El poema así avanza para convertirse en una historia de amor y deseo, un amor hecho máquina que tan cerca está del Gran Vidrio de Duchamp y las máquinas de Picabia

Oh acorazados, oh puentes, oh diques flotantes-

En mi mente turbulenta e incandescente

Los poseo como a una mujer bella,

Completamente los poseo como a una mujer bella que no se ama,

Que se encuentra casualmente y resulta interesantísima.

Algo que termina en un puro sadismo mecánico en donde el poeta muere (mecánicamente) en su propio amor de progreso sin fin

Con el sentimiento de deliciosa entrega de una mujer poseída.

¡Tírenme dentro de los hornos!

¡Métanme debajo de los trenes!

¡Golpeénme a bordo de los barcos!

¡Masoquismo a través de maquinismos!

¡Sadismo de no se qué moderno y yo y barullo!

Up-la ho jockey que ganaste el Derby,

¡Morder entre los dientes tu cap de dos colores!

(¡Ser tan alto que no pudiera entrar por ninguna puerta!

¡Ah, mirar es en mí, una perversión sexual!)

¡Eh-la, eh-la, eh-la catedrales!

¡Dejen partirme la cabeza en sus esquinas,

Y ser levantado de la calle lleno de sangre

Sin que nadie sepa quién soy!

¡Oh tramways, funiculares, metropolitanos,

Úntense en mí hasta el espasmo!

¡Hilla, hilla, hilla-ho!

Una metáfora amorosa que termina en un puro apocalipsis, el del progreso que nos narcotiza.

Eh-lá grandes descarrilamientos de trenes!

¡Eh-lá derrumbes de galerías de minas!

¡Eh-lá naufragios deliciosos de los grandes transatlánticos!

¡Eh-lá-oh revolución, aquí, allá, acullá,

Alteraciones de constituciones, guerras, tratados, invasiones,

Ruido, injusticias, violencias, y tal vez pronto el fin,

La gran invasión de los bárbaros amarillos por Europa,

Y otro sol en el nuevo Horizonte!

¿Qué importa todo esto, pero qué importa todo esto

Al fúlgido y rojo ruido contemporáneo,

Al ruido cruel y delicioso de la civilización de hoy?



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