lunes, 28 de octubre de 2024

COSAS DE ROMANOS. eL cRISTIANISMO ESCATOLÓGICO

La devoción introspectiva de las centurias precedentes. En el siglo III la Iglesia cristiana había sido una pequeña comunidad de «iniciados». Aquellos que habían pasado a través del «misterio» del bautismo se encontraban ya entre los «salvados». Pero hacia finales del siglo IV era mucho menos cierto que las masas, que habían cumplido en este mundo con un rito bautismal formulario, habrían de salvarse en el otro. Entonces, las angustias de los hombres se trasladaron hacia otro evento más distante: hacia el acontecimiento drástico de la rendición de cuentas en el Juicio Final. 

La imaginería anterior sobre la vida de ultratumba, que mostraba a un tranquilo grupo de iniciados gozando su bien protegida e idílica situación en el otro mundo, descansando bajo el fresco brillo de las estrellas o a la sombra de un árbol, cedió su lugar al temeroso pensamiento de un Cristo emperador y juez, ante cuyo trono debía comparecer algún día la población completa del mundo romano. Como el relampagueante fogonazo que procede de una nube cargada de electricidad, el movimiento ascético explotó entre las poblaciones cada vez más preocupadas por esta nueva y básica ansiedad: no es una coincidencia que los primeros monjes fueran reclutados justamente en aquellas regiones del mundo romano en las que el cristianismo había asentado hacía ya mucho tiempo sus reales. Viviendo una vida de autonegación y de angustia prolongada, el monje recibía la admiración por su habilidad de anticipar los terrores del Juicio Final, experimentándolos por sí mismo en esta vida. Su drástico ejemplo espoleó al laico cristiano a prepararse lo mejor posible para ese célebre pleito final entre Dios y él mismo. En teoría, al menos, el Imperio romano cristianizado del siglo V en adelante se vio invadido por la atmósfera tensa y voluntariosa de la antesala de un tribunal.


El mundo de la Antigüedad Tardía (Brown_ Peter)

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